Y así fue como acabó todo
Era pequeña. No sabia lo que quería. Solo tenia 6 años cuando dije: "Quiero hacer patinaje". Pero no sería casualidad que yo pronunciara esas palabras, porque así fue. Recuerdo largos entrenamientos, largas tardes de caerme y volverme a levantar. Duros golpes en las rodillas, en las caderas, en las muñecas. Pero no eran esos los que mas dolían, ni mucho menos. Lo que más dolía era ver cómo se me rompía el corazón a pedazos cada vez que hacía una competición y todo salía mal. Lo que dolía era ver que todo mi esfuerzo había sido en vano. Pero de ese dolor nacían las fuerzas para seguir luchando, para seguir entrenando sin descanso. Y cuando me proponía algo, lo conseguía. Y ese era el mejor regalo que yo podía hacerle a mis rodillas, a mis caderas, a mis muñecas destrozadas por los duros golpes. Subir al podio, levantar el brazo que sujetaba mi premio, que tanto sudor me había costado y sonreír. Sonreír y saludar a todo el mundo que había estado presente en mi triunfo. Llenarme de orgullo con los aplausos de la gente. Pero, sobretodo, con mis propios aplausos. Esas palmadas que daba mi corazón, que me daban las gracias por haber seguido adelante...
Y después de seis años, llegó el día en el que simplemente dije, ya está. Ya he hecho todo lo que debía hacer. Mi sitio aquí a terminado.
Y así fue como acabó todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario